Para Francesco.
1. TRAS EL HUMO DE ALGÚN PUCHO se dibuja el
panorama de un viejo ritual revistero: el cierre. Sé que no estás familiarizado con la experiencia, pero se trata de una de las más extrañas reuniones entre un
puñado de seres disfuncionales que, corriendo delante del tren del tiempo,
intentan salvar la vida de una publicación con soluciones ingeniosas o impensables, y
generalmente bajo la sábana más oscura de la madrugada. Que después de la
oscuridad más negra llega la luz, es verdad. Pero en estos casos nunca se sabe si se trata de un leve reflejo esperanzador al final del túnel o de la potente luz de un tren arremetedor. Ahí la adicción a esta aventura. Basta consumirla tan solo una sola vez, para detestarla y extrañarla para siempre.
2. CON VISIÓN GASTRONÓMICA, se trata de una sopa
de abandonos. No existen feriados, ni familia. Ni amigos, ni novias. Ni proyectos
personales, ni cumpleaños de sobrinos. Incluso se sortean sendas tazas de café por
almuerzos espartanos. Optando por el pragmatismo de alimentos postizos aunque
honestos y dignos de bodegas de chino. Cuando se es periodista de revista a edad
temprana, se encuentra, aunque con obligación, la pasajera satisfacción en el continuo consumo de triples con palta
ennegrecida, áridos croissant del día anterior y cafés cargados. Se aprende de la gastritis antes que de la vida. Pero algo es algo.
3. ENCIERRA ESTA IDEA EN UN CÍRCULO, y nunca la olvides, por si te animas a ser periodista: los que cerramos revistas tenemos más deberes
que derechos. No nos quejamos. Porque si es que algo aprendimos del oficio, es
porque tuvimos algún viejo periodista que fue nuestro maestro, quien siempre habrá pasado por algo peor del momento en el que te encuentras. Y de alguna extraña manera, siempre querremos
ser como él. Yo tuve a un maestro periodista, poeta y flaco, con cara de camello y torpe con las cosas. Y por
ahí voy. Aunque más por lo último que por lo primero.
4. POÉTICAMENTE, SOMOS VAGABUNDOS NOCTURNOS sin
mayores aficiones que la de encantar a clientes desconocidos: allá donde
mandamos la flecha, es a los ojos de un lector anónimo que debe preferir nuestra
revista antes que las otras. Ellos, por quienes vivimos, no tienen porque
saber de todo lo anterior mientras que, página por página, o aborrecen o se
entretienen con el contenido que nosotros, como editores, hemos elegido. Es por eso que me pagan.
5. NINGUNA CIFRA CUBRE MI AUSENCIA este día: tu cumpleaños. Mientras yo, entre correcciones, correos y estúpidas elecciones de fotos, me doy un tiempo para explicarte el porqué no podré darte el abrazo al que nos hemos acostumbrado en estos tan solo doce años que nos conocemos. Nos desquitaremos con un almuerzo, ensuciando con la destreza aprendida en nuestra familia, algún mantel de chifa de honrada reputación. Y con una de esas fantásticas conversaciones que solo existen entre los niños y los adultos que todavía queremos serlo.
5. NINGUNA CIFRA CUBRE MI AUSENCIA este día: tu cumpleaños. Mientras yo, entre correcciones, correos y estúpidas elecciones de fotos, me doy un tiempo para explicarte el porqué no podré darte el abrazo al que nos hemos acostumbrado en estos tan solo doce años que nos conocemos. Nos desquitaremos con un almuerzo, ensuciando con la destreza aprendida en nuestra familia, algún mantel de chifa de honrada reputación. Y con una de esas fantásticas conversaciones que solo existen entre los niños y los adultos que todavía queremos serlo.
De modo que, por ahora, solo puedo mandarte un abrazo. Y de paso, el
diseñador con quien ahora cierro una revista de turismo (y quien aparece en este video), te manda uno también.
Tu tío.
Tu tío.
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